La víspera la primer día

La Voz de Galicia
Miércoles, 3 de octubre de 2001

Cuando leí recientemente el capítulo primero del Libro del Génesis, caí en la cuenta de que Yahvéh creó antes la tarde que la mañana. Así resulta del versículo 5 de dicho capítulo, en el que se afirma: «A la luz le llamó día, y a las tinieblas noche: y así de la tarde aquella y de la mañana siguiente, resultó el primer día». Desde entonces, me he preguntado en repetidas ocasiones qué hizo Yahvéh la mañana anterior al primer día. Caben muchas posibilidades, pero para mí la más probable es la siguiente: se dedicó a resolver algunos problemas que planteaba la creación del hombre.

En un principio, el hombre debía ser creado con un alma racional y para ser puesto en el Paraíso de las delicias, en el que había de vivir eternamente en un estado de perpetua bondad y sin sentir necesidad alguna, espiritual o material, que satisfacer. Pero en este estado de cosas, ¿de qué servía un alma racional, si todo lo elegido era, por fuerza, bueno?, ¿cómo podía Yahvéh ser misericordioso, si en la indicada situación de permanente bondad no había de qué perdonar al hombre?

Yahvéh tuvo, pues, que hacer algo antes de comenzar la Creación. Para que el hombre fuese racional y, por lo mismo, libre, tenía que darle la posibilidad de elegir entre múltiples opciones. Pero no podían ser todas ellas buenas, porque entonces ninguna elección podía ser equivocada. Y en ese caso, nunca habría nada que perdonarle. Había, pues, que prever una opción que no fuese buena y hacer posible que el hombre pudiese escoger entre esa opción y las demás. Para lo cual, se necesitaba preconcebir, con anterioridad a la Creación, la prueba a la que habría que someter al hombre, para que se ganase vivir eternamente en el Paraíso. Pero un Yahvéh previsor había de ver con anticipación cómo iba a quedar el hombre si no superaba la prueba. A ambas cosas, creo que dedicó Yahvéh la mañana anterior al primer día de la Creación.

La prueba parece que no fue difícil de preparar. Bastaba con conjugar sabiamente el Mal, la tentación y la soberbia, poner en el Paraíso las dos primeras y dotar al hombre de la tercera.

El Génesis cuenta que el Creador sitúa en el Paraíso de las delicias el árbol del bien y del mal, que prohíbe al hombre que coma su fruto, y que hace que la serpiente, que es calificada como «el animal más astuto de todos cuantos animales había hecho el Señor sobre la Tierra», se encargue de la tentación: incita a incumplir el mandato, insinuando que quien coma dicho fruto será como un Dios, conocedor de todo, del bien y del mal. La soberbia del hombre hizo todo lo demás.

Lo que no parecía fácil era prever qué hombre saldría de no superar la prueba. La Historia de la Humanidad, desde entonces hasta hoy, permite dudar de que Yahvéh hubiese previsto enteramente las consecuencias de aquel acto. Porque, aunque hay actos del hombre que asombran por su grandeza de espíritu y generosidad, hay otros que son absolutamente impropios de un ser dotado de alma racional.

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