El camino al desandar
En el maravilloso y conocidísimo poema que figura en Proverbios y cantares escribía Antonio Machado: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar» y añadía: «Al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar». En este corto y profundo verso, el autor sitúa al ser humano ante el futuro y el pasado.
Sobre el porvenir, nos dice que consistirá en lo que nosotros hagamos. No puedo estar más de acuerdo con esta reflexión. El camino de cada uno no nos lo pueden hacer otros, será el que andemos nosotros mismos. Esta reflexión me parece especialmente relevante en una sociedad, como la actual, en la que solemos culpar a los demás de nuestros propios errores. Para valorar lo que llevamos andado convendría, como dice Machado, que nos fijáramos en las huellas que hemos ido dejando cada uno, no en los pasos que no dimos porque esperábamos equivocadamente que otros los dieran por nosotros.
Pero la reflexión que ahora me interesa de este excelente poema es la que dice que nunca hemos de volver a pisar el camino andado. Tiene razón el poeta andaluz al afirmar que la vida corre hacia delante y que nunca podremos descontar años ya transcurridos. Por eso, aunque digamos que nos sentimos muy jóvenes, tenemos exactamente los años cumplidos y jamás podremos rebajarlos por el solo hecho de que nos sintamos con menos edad.
Creo, sin embargo, que hay un modo de volver a pisar el pasado vivido o, dicho de otro modo, también podemos hacer camino al retroceder lo andado. Y es valerse del recuerdo, hacer memoria de sucesos pasados que nos permiten volver a pisar con el pensamiento la senda caminada.
En la juventud, la mirada se proyecta hacia el frente, y no se vuelve la vista atrás porque la senda transitada es muy pequeña comparada con la que queda por recorrer. Pero cuando se lleva andado mucho, se ve que por delante no queda apenas camino, y que, en cambio, son demasiadas las huellas dejadas. Como hay una gran descompensación entre lo mucho vivido y lo poco que queda por venir, se vive recordando, se vuelven a hacer pasar por el intelecto momentos transcurridos.
Lo curioso es que cuanto más largo es el camino andado, más lejanos son los acontecimientos hacia los que se vuelve la vista. Tenemos próximos los recientes y, sin embargo, nuestra mirada rescata vivencias lejanas, prácticamente olvidadas mientras marchábamos firmemente hacia delante con un amplio futuro por hacer. El camino son, pues, todas las huellas: las andadas, las que nos quedan por marcar y las que volvemos a pisar en el recuerdo. Por eso, en la remembranza sí que hay camino, el que se hace hacia atrás al desandar.