Un impecable paso a segundo plano

La Voz de Galicia
Domingo 16 de enero de 2011

En uno de sus trabajos, el profesor Fernández-Nóvoa recuerda un pasaje de una famosa carta que escribió en 1874 el gran empresario alemán Alfred Krupp: «Me esfuerzo en que nada dependa de una persona determinada? en que el pasado de la fábrica y su futuro puedan ser estudiados y previstos en las oficinas de la administración principal, sin que en ningún momento sea necesario hacer pregunta alguna a un muerto». Esto mismo es lo que acaba de hacer otro gran empresario español, Amancio Ortega.

No tengo el gusto de conocerlo personalmente, pero por lo que dicen sus más allegados no es una persona a la que le gusten en exceso las alabanzas y mucho menos aún si se hacen en público. La verdad es que su trayectoria empresarial y su obra hablan suficientemente de su capacidad, y todo lo que pueda decirse es difícil que añada algo a los que resulta de los hechos. Pero no me resisto a felicitarlo por el modo en que ha resuelto el problema de su sucesión al frente de Inditex.

Toda empresa es una creación humana y cuanto más reciente es la empresa mayor es su dependencia respecto de la persona de su fundador. Si, además, el grado de creatividad del empresario es muy elevado, existe un riesgo elevado de que haya una fortísima vinculación entre el éxito de la empresa y la personalidad de su creador. Y esto es tanto más cierto cuanto mayor y más rápida haya sido su expansión. Si hay alguien, como sucede en este caso, que en muy poco tiempo es capaz de crear, organizar y asentar sólidamente una empresa y lograr, además, que adquiera una importantísima dimensión multinacional, es inevitable anudar el devenir de dicha empresa a la persona de su fundador.

Ante esta situación, y cuanto más avanza el tiempo, la principal incertidumbre que rodea a la empresa es la de qué sucederá en el momento en el que su creador salga de la escena empresarial. Hay una lógica preocupación ante la inevitable desaparición del líder, que seguramente es parecida al sentimiento de desamparo que sigue al fallecimiento de un sujeto considerado como providencial.

La cuestión no es excesivamente relevante en las compañías que no cotizan en bolsa. En estos casos, la solidez de la empresa y su real implantación en el mercado pueden hacer que la sucesión no sea un problema. Las cosas son, en cambio, muy diferentes en la hipótesis de las sociedades bursátiles, como es el caso de Inditex, que se financian acudiendo al ahorro del público. Porque un acontecimiento como la sucesión del máximo gestor puede producir pánico entre los inversores y provocar la venta masiva de las acciones.

Por eso, solo cuando se tienen dosis muy elevadas de sensatez, de generosidad y de grandeza personal, se puede llevar a cabo una sucesión tutelada como la que ha planificado Amancio Ortega. Cede la presidencia ejecutiva a un destacado profesional que ha demostrado suficientemente su valía, pero continúa en el consejo para que tenga lugar una transición sin incertidumbres. Acierta en el tiempo y en el modo.

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