Posts Tagged ‘dialogo’

Libertad de expresión y lo políticamente correcto

lunes, 28 junio, 2010
La Voz de Galicia
Domingo, 27 de junio de 2010

Para los que hemos vivido una parte de nuestra existencia antes de que rigiera la vigente Constitución, la libertad de expresión fue una sentida aspiración por cuya conquista lucharon muchos, viéndose sometidos injustamente algunos de ellos a no pocos padecimientos, como el de la cárcel. En la España democrática, la libertad de expresión es un derecho fundamental que ha sido configurado por nuestro Tribunal Constitucional como un derecho cuyo ejercicio garantiza un interés constitucional relevante: la formación y existencia de una opinión pública libre, condición previa y necesaria para el ejercicio de otros derechos inherentes al funcionamiento democrático.

El contenido esencial de este derecho es poder expresar libremente el propio pensamiento, incluida la crítica de la conducta ajena, aun cuando sea desabrida y pueda molestar, inquietar o disgustar a quien se dirige. Así lo requieren el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura, sin los cuales no existe sociedad democrática. Pero, aun cuando la crítica permisible tiene límites muy amplios, la libertad de expresión no ampara un derecho al insulto. Lo cual significa que caen fuera de esta libertad constitucional las expresiones absolutamente vejatorias, es decir, las que, “en las concretas circunstancias del caso, y al margen de su veracidad, sean ofensivas o ultrajantes y resulten impertinentes para expresar las opiniones o informaciones de que se trate”.

Pues bien, en los últimos tiempos parece que se va abriendo camino, imperceptible pero imparablemente, un nuevo límite a la libertad de expresión, que es el de “lo políticamente correcto”. Un ejemplo permite aclarar lo que se acaba de decir. Recientemente la Generalitat Catalana ha abierto un expediente a la Policlínica Tibidabo porque, al parecer, ofrecía a sus pacientes homosexuales pastillas y tratamientos psiquiátricos para que dejaran de serlo. Al comentar en su blog esta medida, el político catalán Durán i Lleida manifestó textualmente: «Estoy en contra de represaliar la asistencia médica a las personas que intentan modificar su homosexualidad o controlarla», dejando bien claro, asimismo, que “nunca» dijo que ser gay sea una enfermedad.

La opinión de Durán i Lleida ha provocado una airada reacción de las asociaciones de homosexuales que le han exigido una rectificación. En concreto, el Front d’ Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), le ha requerido que se disculpe públicamente “por sus declaraciones a favor de las terapias que curan la homosexualidad”.

Con independencia de lo que se piense sobre la cuestión –en mi opinión es claro que la homosexualidad no es una enfermedad- lo que ha dicho, Duran i Lleida, no es que está a favor de lo que hacen clínicas como la expedientada, sino –lo que es bien distinto- que no deben ser sancionadas. ¿Es una opinión vejatoria, ofensiva o ultrajante por lo que deba disculparse públicamente? ¿No se está volviendo a instaurar la desparecida y denostable “censura”?

Preocupación mayoritaria y respuesta política

viernes, 4 junio, 2010
La Voz de Galicia
Jueves, 3 de junio de 2010

A pesar del elevado grado de enfrentamiento del que hacen gala el PSOE y el PP, lo cierto es que han llegado a ponerse de acuerdo en cuestiones de gran trascendencia para el interés general de España. Piénsese en el terrorismo de ETA. Hasta mayo de 2007 ésta era la principal preocupación de los españoles. Sin embargo, según el barómetro del CIS de abril de este año ha descendido hasta al quinto lugar, por detrás de la inmigración. A nadie se le escapa que en la atenuación de esta inquietud ha jugado un papel decisivo el entendimiento entre los citados partidos.

Si en abril de 2010 el paro preocupaba al 79,7 % de los ciudadanos y los problemas de índole económica al 46,8%, no es aventurado pronosticar que la actual sensación de desgobierno en materia económica hará que en las próximas encuestas aumenten tales porcentajes. ¿Qué razón existe entonces para que la clase política no haga con el problema económico algo semejante que con el terrorismo? ¿Por qué no hay un gran pacto sobre las impopulares e imprescindibles medidas que hay que tomar para que podamos salir de la crisis económica?

Aunque a veces parece transmitirse lo contrario, la responsabilidad de gobernar recae sobre el partido que ha formado gobierno, y, en consecuencia, corresponde a dicho partido ofrecer una política de consenso en torno a la adopción de las medidas económicas. Pero pactar no significa ni que el gobierno imponga la solución que desee, ni que la oposición rechace, sin más, toda propuesta con la que no esté de acuerdo. Pactar significa transigir, buscar un acuerdo, para lo cual hay que caminar, aunque sea desde lados opuestos, hasta llegar a encontrase en un punto común que sea aceptable para ambos.

El pacto requiere, ante todo, lealtad con el interés que está en juego que es el general de la nación española. Lo cual implica que hay que despojarse –justamente porque son particulares- de los intereses electorales de los partidos. Pero no por una cuestión de generosidad, sino sencillamente porque en presencia del interés común no se puede actuar con egoísmo. Por tal razón, el partido que en una situación de emergencia nacional antepone su interés particular al general de los ciudadanos merece la más dura y severa respuesta de los electores en las urnas.

Pero el pacto necesita también acierto en la oferta por parte del que tiene la facultad de proponer. Cuanto más aceptables sean las medidas que se propongan, tanto por su propia eficacia económica como por su justa distribución entre todos, mayores serán las posibilidades de que no pueden ser rechazadas por la oposición. Pero si las medidas son, cuando menos, discutibles, y se dejan de adoptar otras que parecen mejores y más urgentes, no es razonable culpar a la oposición de que no las acepte. En el acierto del que gobierna está lograr el consenso, y si no lo consigue, debe dejar que hablen los ciudadanos en las urnas.

España como trainera

sábado, 8 mayo, 2010
La Voz de Galicia
Viernes, 7 de mayo de 2010

Los que hayan visto una regata de traineras seguramente habrán observado que estas embarcaciones cuentan con dos filas de seis remeros, con otro miembro más que va en proa, y con el patrón, que desde la popa, maneja el timón, marca el ritmo de las paladas, y anima a su tripulación. En el triunfo de la ganadora, además de las propias características del barco, influyen también la fuerza y el acompasamiento en la acción de bogar, así como la destreza del patrón a la hora de acompasar la cadencia de los remos. Se trata, en suma, de una verdadera labor de equipo, que tendrá mayores posibilidades de éxito cuanto más conjuntado esté.

En nuestra vida política interna, cada partido es una especie de trainera, y las elecciones, las regatas en las que compiten. Por eso, en las contiendas electorales, es totalmente lógico que cada trianera o partido político emplee todo su potencial en su propio beneficio y que busque el mayor rendimiento de la tripulación con el fin de alzarse con el triunfo electoral o, al menos, de obtener el mejor resultado.

Sin embargo, cuando lo que está en juego es el interés general, la óptica tiene que ser diferente: no hay que pensar en términos de trainera-partido político, sino en que hay una sola que es España. En esta hipótesis, todos estamos embarcados en una nave común, de tal manera que la suerte final de la misma es la de todos nosotros: si naufraga, nos hundimos, si sigue a flote, nos salvamos.

No sé si ha llegado el momento –pero si no, está muy cercano-, en el que el pueblo español demande enérgicamente a sus dos grandes partidos que dejen de remar cada una hacia un lado, neutralizando uno el esfuerzo del otro, y viendo como la nave, sin dirección, es arrastrada por la corriente. La gravedad de la situación económica en la que nos está metiendo nuestra clase política aconseja que los que tripulan la nave España dejen de echarse las culpas y de acusarse mutuamente de no arrimar el hombro.

Hasta hace bien poco, podía entenderse –nunca, disculpar- que los dos grandes partidos se enzarzaran en reproches sobre la culpa de que la nave se haya varado. Pero los tiempos tenebrosos que se acercan obligan a dejar para más adelante ese ajuste de cuentas. Como cada vez queda menos tiempo, ha llegado el momento de alzar la voz y pedir a nuestros líderes políticos que se embarquen en la tarea común de sacarnos de nuestra grave situación económica. El pueblo español, que asiste atónito a lo que está pasando, no se merece que la irresponsabilidad de los patrones de nuestras traineras les lleve a persistir en su política partidista, renunciando a la conquista del interés general que exige el sacrificio, a veces injusto, de muchos para la salvación de todos.

Siguiendo con la terminología marítima, es momento de proceder a una “avería gruesa”, esto es, a distribuir los costes de la operación de salvamente entre todos los que nos vamos a beneficiar de que no se hunda el buque España y su carga.

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