¿Se está defendiendo la imparcialidad de Garzón?

La Voz de Galicia
Domingo, 18 de abril de 2010

He tenido serias dudas sobre si debía escribir con respecto al alboroto político y social que está produciendo el caso del juez Garzón. Es tal el grado de apasionamiento de los que defienden al juez, que tengo la sensación de que cualquier cosa que se aporte sobre el asunto, por muy documentada que esté, no modificará ni un ápice su postura. Aún así, me siento en la obligación de hacer  una modesta llamada a la sensatez y a la moderación.

Es un dato incontrovertible que no es la primera vez que se pone en duda la imparcialidad del Juez Garzón en el desempeño de su función de juez instructor. Una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, de primeros de enero de este año, declaró que Garzón “no respondió a la exigencia de imparcialidad”, que contempla el artículo 6.1 de la Convención de Derechos Humanos, por sus “relaciones personales conflictivas” y la “enemistad manifiesta” con Rafael Vera. Es la primera vez que el Tribunal de Estrasburgo declara la vulneración del derecho humano a un juez imparcial por parte de un Juez de Instrucción, en lugar de por un Tribunal.

Pues bien, en su momento, esta sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo no produjo movilización alguna. Y no porque no llegara a conocerse: se publicó el 7 de enero del presente año y fue recogida en nuestros medios de comunicación. La falta en aquel momento de la más mínima reacción por parte de los defensores de Garzón es más sorprendente si se tiene en cuenta que en el caso del Tribunal de Estrasburgo fue una sentencia la que declaró su falta de imparcialidad, mientras que en el presente todavía no ha habido ni siquiera juicio.

Llegados a este punto, las preguntas y las respuestas surgen por sí solas. ¿Defienden los partidarios de Garzón su imparcialidad o se trata de otra cosa? No parece que defiendan su imparcialidad. Si así fuera, habrían reaccionado con un despliegue como el actual cada vez que aquella fuera puesta en duda. Y, sin embargo, ante la sentencia del Tribunal de Estrasburgo guardaron el más absoluto silencio. Si la actuación de Garzón no ha sido siempre impecable, ¿se puede justificar la que se ha montado por el solo hecho de que un magistrado del Tribunal Supremo haya apreciado indicios de parcialidad en alguien que ya ha sido considerado, y no por un Tribunal sospechoso, como un juez instructor que no respetó el derecho humano de Rafael Vera a un juez imparcial? Dado el precedente, no lo parece. ¿De qué se trata entonces? ¿Significa el actual apoyo a Garzón que a ciertos ciudadanos no les importa que un Juez sea parcial según a quien afecte el tema que investigue? Y si es así, ¿encontrarían justificado esos mismos ciudadanos la parcialidad de otro Juez que realizara una investigación de signo contrario? ¿Es un Estado de Derecho democrático y moderno el que no asegurar a todos sus ciudadanos el derecho humano a un juez que sea siempre imparcial?

Iniciar esta peligrosa senda es abrir de par en par la puerta de la justicia a la política. Y cuando así sucede, por duro que parezca, existen muchísimas probabilidades de que deje de haber justicia.

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