Política y justicia: el caso Pallerols

La voz de Galicia

Cualquier cosa que se escriba sobre la influencia de la política en la justicia es difícil que mejore la prudente y aconsejable actitud de guardar silencio. Es un tema muy comprometido porque, como ya dijo el autor de la Farsalia, Marco Anneo Lucano: «Aléjese de los palacios el que quiera ser justo. La virtud y el poder no se hermanan bien». Y es que, aunque los ciudadanos intuyen acertadamente la determinante influencia que puede tener la política en la justicia, es tan intenso su deseo de pensar en el buen funcionamiento de las instituciones que tienden a creer que los que imparten justicia están lejos de los palacios.

Pero hay sucesos que hacen saltar por los aires los fundamentos del sistema democrático. Me refiero al caso Pallerols. La fiscalía y los abogados llegaron a un acuerdo para que los procesados no fueran condenados a cambio de devolver 385.000 euros y de reconocer que entre 1994 y 1999 el Departamento de Trabajo, controlado por Unión Democrática de Cataluña, desvió hacia las arcas del partido fondos europeos destinados a subvenciones para cursos de formación de desempleados.

Me parece antidemocrático y nada ejemplarizante que un partido político se quede con cualquier dinero que no lo corresponda y más aún si tenía que destinarlo a la formación de los trabajadores. Asimismo, considero de todo punto inadmisible que para evitar a los implicados la pena de cárcel se hayan tardado más de 13 años en llegar al juicio y que se hayan aceptado 385.000 euros en lugar de los 600.000 en los que se estimaba el desvío. Pero lo que más me indigna como ciudadano que cree firmemente en la justicia es el mensaje se ha enviado a la ciudadanía: cuando están en juego los intereses particulares de los partidos políticos no rigen los valores superiores del ordenamiento jurídico, como la igualdad y la justicia. Es verdad que al generalizar esta afirmación puedo ser injusto con algunos partidos políticos. Por eso, desde ahora, excluyo a los que reprueben públicamente este trato privilegiado y descorazonador que ha recibido UDC.

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