PO-DO-SE-IM

La Voz de Galicia
Viernes, 14 de septiembre de 2001

El título de esta reflexión es un acrónimo formado por las dos primeras letras de las siguientes palabras: “poderío”, “dominio”, “señorío”, e “imperio”. Todas ellas expresaban, hasta el pasado día 11 de este mes, la relación en la que se encontraba Estados Unidos  con el resto del mundo, debida, fundamentalmente, a su liderazgo económico y tecnológico. Y si tuviera que elegir un adjetivo para calificar el grado de seguridad de las ciudades de dicho país frente a posibles actos de guerra de terceros, escogería el de  “invulnerables”.

Pero los recientes atentados terroristas nos han recordado que, incluso los más fuertes, pueden ser severamente dañados por otros a priori más débiles, si éstos aciertan al elegir su medio de ataque. Ya en la Biblia se relata que el pequeño David venció al gigante Goliat, porque, en lugar de enfrentarse cuerpo a cuerpo, utilizó un arma, la honda, que le permitió derribarlo con una piedra arrojada desde lejos. Pero en esto es en lo único que David sorprende a su rival. Porque ambos saben que son enemigos y que en ese acto van a medir sus fuerzas. Entre otras cosas, ese pasaje bíblico enseña –y esto es lo que me interesa destacar- una manera, un método, para vencer a un enemigo más poderoso.

Contemplados desde la óptica del enfrentamiento entre dos partes, los atentados del pasado día 11 están rodeados de múltiples incógnitas, pero, como es inherente al propio terrorismo, para una sola de las partes: la víctima. Porque Estados Unidos desconocía, entre otras cosas, el momento en que se iba a producir el ataque, quién era el agresor, de dónde procedía la agresión, los lugares en que se iban a producir los atentados, y el arma elegida para llevarlos a cabo. Todas estas incógnitas son las que sitúan al agresor del pasado día 11 en una clara situación de ventaja. Pero, de todas ellas, que suelen ser comunes a las acciones terroristas, hay una especialmente relevante por inesperada, que tiene que ver, al igual que en el episodio de  David y Goliat, con el arma elegida. Nunca, hasta ahora, se habían utilizado aviones comerciales, con pilotos suicidas, dirigidos contra objetivos que no contaban con medios propios para repeler el ataque.

Ahora bien, aunque el día 11 de septiembre de 2001 el mundo ha visto atónito una nueva manera de infligir un grave daño al país más poderoso de la tierra, por parte de un reducido número de individuos, nos queda por ver cómo reacciona Estados Unidos. Porque, a diferencia de Goliat, no ha sido vencido, sino sólo alevosamente atacado. Pero ha sido tan grande el daño causado que una respuesta estrictamente proporcional, sería, con toda probabilidad, desmesurada.

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