Palabras mágicas

La Voz de Galicia
Domingo, 7 de junio de 2009

En el cuento de “Alí Babá y los 40 ladrones” la roca que taponaba la cueva en la que éstos guardaban los objetos robados se abría gritando las palabras mágicas “¡Sésamo ábrete!”. Hoy algunos de nuestros gobernantes creen que el camino para salir lo antes posible de la severa crisis económica que nos azota es recurrir al uso de nuevas palabras mágicas. Son los adjetivos “sostenible” y “renovable” y la fórmula I+D+I. Pero a poco que nos aproximemos al sentido de estas palabras comprobaremos que no aluden a remedios instantáneos o “cortoplazistas” para salir de la crisis, sino a políticas de gestión a medio y largo plazo.

En efecto, la palabra sostenible, que suele acompañar a la palabra desarrollo, hace referencia a un modo de gestionar los escasos recursos que posee la humanidad en el que se satisfagan las necesidades del presente sin comprometer las de las generaciones futuras. El propio enunciado de este compromiso advierte, ante todo, de su carácter ético y solidario. Lo primero, porque dicho modo de gestionar es una obligación que viene impuesta por la naturaleza misma de lo que ha de ser administrado: unos recursos que no son de una sola generación, sino de todas las que están por venir. Y lo segundo, porque explotar los recursos de manera que se consuman en la misma o menor medida en que se generen, es administrar de manera prudente y conservacionista lo que hemos de pasar a las generaciones futuras. El desarrollo sostenible es, por tanto, más una idea programática y permanente de gestionar los recursos que una actuación que produzca resultados inmediatos: es una medida para salir correctamente de la crisis, pero que no nos saca inmediatamente de ella.

Lo mismo cabe decir del adjetivo “renovable” cuando se utiliza para calificar las fuentes de energía de que disponemos. Sin necesidad de mayores precisiones, cabe hablar de energías renovables, en contraposición a las no renovables (que son las que se agotan al consumirlas, como por ejemplo, el carbón, el petróleo o el gas natural), para referirse a aquellas que se obtienen de fuentes naturales y que son prácticamente inagotables, como la solar, la hidráulica, la eólica, etc. Pues bien, el simple enunciado de ambos tipos de energías pone de relieve el mayor grado ético y solidario de las inagotables, pero indica también que el paso de las actuales fuentes de energía, que son básicamente las no renovables, a las renovables es algo que requiere bastante tiempo y que no es una medida económica “cortoplazista”.

La última de las palabras mágicas con la que también se llenan la boca nuestros políticos son las siglas I+D+I, que hacen referencia a los tres pasos que suelen existir desde que se proyecta una nueva creación técnica hasta que se introduce en el mercado el producto  que la incorpora: Investigación, Desarrollo e Innovación. También estamos aquí ante una política que no produce frutos por el solo hecho de anunciarla, sino después de una larga etapa en la que se hayan destinado a tal efecto cuantiosos recursos humanos y económicos.

Por eso, estamos ante verdaderas políticas de Estado que suponen una profunda reestructuración de nuestra economía, por lo que deben dejar de ser usadas con el carácter mágico que adquieren cuando se utilizan con fines electoralistas.

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