"Operación Triunfo" y la enseñanza

La Voz de Galicia
Sábado, 9 de febrero de 2002

Se ha escrito y hablado mucho sobre las razones que explican el enorme éxito del programa de televisión “Operación Triunfo”. A mi me interesa destacar que, aunque el próximo lunes el público va a tener en cuenta numerosas circunstancias para elegir a los tres finalistas, fue doblemente acertada la elección de la última prueba que pasaron los seis finalistas.

El primer acierto fue que volvieran a cantar la canción de la primera vez que intervinieron en el programa; y el segundo,  que los teleespectadores pudiéramos ver un corto pasaje de cómo lo habían hecho la vez anterior. Pues bien, incluso el espectador más distraído pudo comprobar lo mucho que habían mejorado todos ellos. ¿Cuál fue la razón de tan evidente mejora? La respuesta parece que no admite discusión: las exigentes enseñanzas que recibieron en la Academia y su propio y prolongado esfuerzo personal. Por fortuna, todos hemos podido comprobar, con nuestros propios ojos, en qué medida el riguroso trabajo de cada uno de los profesores y el enorme empeño que pusieron los concursantes produjeron una mejora integral de cada uno de ellos, desde su voz hasta sus movimientos en el escenario. Y lo que es más importante aún: hemos visto también que todos ellos ya han ganado, toda vez que, tras su paso por la Academia, están hoy mucho más preparados para enfrentarse con su carrera profesional que cuando entraron.

Algo parecido es lo que parece pretenderse con la anunciada reforma de la enseñanza. Nadie discute que en los últimos tiempos ha bajado sensiblemente el nivel de preparación de los estudiantes. Podrá polemizarse sobre las causas de esta alarmante disminución de conocimientos y sobre las vías más idóneas para su recuperación. Pero lo que, en ningún caso, debe perderse de vista es que toda enseñanza de calidad se asienta en dos pilares esenciales: preparación y dedicación por parte de los que enseñan y esfuerzo y afán de superación por parte de los que aprenden.

No se ha puesto en duda el nivel de nuestros docentes, por lo que debe entenderse que es, en términos generales, el adecuado para afrontar una enseñanza de calidad. Algo se ha hablado sobre su grado actual de motivación, que es bajo como consecuencia de la crisis en la que está nuestra enseñanza. Pero la motivación, en una profesión tan vocacional como la docencia, es fácilmente recuperable, por lo que el propósito de elevar la calidad de la enseñanza nunca encontrará obstáculos desde el profesorado.

El problema va a plantearse con los estudiantes, a los que no va a ser fácil convencer de la necesidad del esfuerzo inherente a una elevación de la calidad de la enseñanza. Sobre todo, porque están creciendo en un ambiente en el que propendemos a facilitarles exageradamente todas las cosas. Pero como los adolescentes de hoy son buenos teleespectadores y, sin duda, la gran mayoría, fervientes seguidores de Operación Triunfo, puede utilizarse este programa como ejemplo de a dónde conducen la exigencia y el esfuerzo. Estoy seguro de que todos los jóvenes han podido comprobar hasta qué punto ha mejorado cada concursante. No será, pues, difícil hacerles comprender que la mejora es consecuencia de la exigencia y del esfuerzo y que habría sido un enorme fraude hacer creer a los concursantes que el nivel con el que entraron en la Academia era suficiente para triunfar en el duro mundo de la canción.

Por eso, depende de nosotros que no se siga engañando a nuestros adolescentes, haciéndoles creer que el nivel actual de la enseñanza es el adecuado para enfrentarse, en su día, con la dura vida que les espera. En la vida, como sabemos los adultos y se ha visto en Operación Triunfo, no queda más remedio que esforzarse desde el principio, ya que el premio está, justamente, en la propia mejora personal que se va consiguiendo.

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