Los pegajosos apaleados

La Voz de Galicia
Sábado, 23 de agosto de 2008

Utilizo metafóricamente la palabra “pegajoso” para referirme a aquel sujeto, bien conocido por la gente joven de todas las épocas, que intenta adherirse tenazmente a alguna de las pandillas existentes, tratando de conseguir su admisión definitiva en la misma. Las condiciones que hacen de alguien un pegajoso son tanto subjetivas como objetivas, siendo la falta de capacidad de liderazgo (al líder se le admite siempre), la antipatía o, simplemente, el hecho de ser un plasta, las más relevantes de las primeras, y la llegada tardía al grupo, el cambio de colegio o el de ciudad, las principales de las segundas.

Hace unas décadas, la táctica predominante de los integrantes del grupo frente al pegajoso, era la del esquinazo: se trataba de evitar por todos los medios que pudiera relacionarse frecuentemente con la pandilla. De este modo, frustrando repetidamente sus intentos de aproximación, se impedía no sólo una adhesión más o menos esporádica, sino –lo que era más importante- que pudiera pegarse definitivamente al grupo. Tal actitud no era desde luego compasiva, pero no solía traspasar los límites de la omisión. Frente al pegajoso, se trataba simplemente de abstenerse, de no hacerle nada, salvo la tal vez poco caritativa actitud de rehuirlo.

Es cierto que en lo personal el pegajoso de entonces podía sentirse frustrado ante tal rechazo, pero sus sentimientos no solían pasar de ahí. De modo que siempre estaba listo para iniciar nuevas maniobras de acercamiento a otras pandillas hasta que por fin conseguía ser admitido en una de ellas.

Hoy las cosas han cambiado mucho, pero no tanto en las condiciones de los pegajosos actuales como en el trato del grupo frente a ellos. En nuestros días, el aspecto físico, sobre todo la gordura –y más aún si se trata de chicas-, tiene mucha mayor relevancia que nunca. Y entre los rasgos de su personalidad, tal vez la timidez, la falta de seguridad en sí mismo y el miedo a denunciar su situación, sean los que más los caracterizan.

Lo que ha variado sustancialmente es la actuación de los integrantes de la pandilla. Éstos, lejos de adoptar una actitud simplemente pasiva, reaccionan con una agresividad inusitada contra el pegajoso actual, que pasa a ser objeto de todo tipo de vejaciones, desde el mal trato físico hasta la difusión a través de los móviles o por Internet de las grabaciones de las palizas que recibe. Este trato es simplemente brutal y despiadado, sin que exista razón alguna que lo justifique, ni siquiera el hecho de ser pegajoso en grado sumo. Pero con ser esto muy grave, todavía lo es más la falta de una enérgica reacción por parte de nuestra sociedad frente a estos actos de salvajismo de seres supuestamente civilizados contra victimas inocentes que solo piden un poco de cariño y de integración. Mientras tanto una buena parte de nosotros sigue vanagloriándose hasta la impudicia de defender los derechos de las personas. Pero ¿los de todas? Respóndanse ustedes mismos.

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