Los genios del bastón

La Voz de Galicia
Domingo, 1 de septiembre de 2002

En algún momento de nuestra vida, muchos de nosotros hemos deseado encontrarnos, al igual que Aladino, con el genio de la lámpara, para que nos resolviera algún problema, por lo general de tipo material, que nos apremiaba en aquel instante. Pero este genio no es más que un producto de la imaginación, que nunca podrá darnos lo que deseamos.

En la vida real, hay, sin embargo, otros genios a los que raras veces recurrimos, a pesar de que, en muchas ocasiones, están muy cerca de nosotros. Me refiero a los “Genios del Bastón”, esto es, a esas personas, que podemos encontrar con frecuencia en Galicia, sentadas en las plazas o ante las puertas de sus casas y que llevan, como símbolo de su autoridad, un cayado, en el que con frecuencia apoyan sus manos, haciendo reposar su cabeza sobre ellas.

Los “genios del bastón” suelen reflejar en su rostro la larga vida que llevan consumida y, si se les mira atentamente a los ojos, se ve que emana de ellos una gran sabiduría, adquirida principalmente a través de la experiencia y la observación. La primera, les habrá hecho reparar en que la vida humana es, como ha dicho Rom Harré, “una mezcolanza errática, a veces irracional e inexplicable en apariencia, de lo maravilloso y lo horrible”. Y la segunda, les habrá permitido obtener un fruto de extraordinario valor, como es conocer a las personas.

Estos genios hablan poco. Les gusta escuchar a los demás, más que escucharse a sí mismos, al contrario de lo que nos ocurre a la mayoría. Pero cuando hablan, saben muy bien lo que dicen. Por eso, si en este mundo alguien tuviera el poder de hacer callar por un instante a todos los que estuvieran hablando sin saber, su voz sería una de las pocas que romperían el profundo silencio en que habría quedado sumido nuestro planeta.

Pero los “genios del bastón” no dan bienes materiales. Sólo enseñan a vivir. Se limitan a resumir con pocas palabras sus reflexiones sobre los distintos problemas de nuestras vidas. Pero que nos enseñen a vivir, no nos interesa. Tenemos tan alto concepto de nosotros mismos, que entre aprender o enseñar nos sentimos más preparados para esto último. Con lo listos que nos creemos, los consejos de los “genios del bastón” no pueden ser más que “rollos” que nos hacen peder nuestro escaso y “valioso” tiempo.

La consecuencia es que estamos desperdiciando a los “sabios de la vida”, a los que atesoran, lo más difícil de aprender, que es saber vivir. Pasamos a su lado sin detenernos, no ya a escucharlos, es que ni siquiera los miramos. Somos tan necios que los hemos apartado de nuestras vidas. Tal vez, porque sólo vemos en ellos el resultado que produce la edad en el cuerpo, sin reparar que, en cambio, su alma está repleta de sabiduría. Estamos tan ciegos que mereceríamos que nos dieran con su bastón, para ver si así dejamos de ser ilusos Aladinos sedientos de bienes materiales y nos aprovechamos de lo mucho que saben los genios que tenemos.

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