La unidad de los demócratas

La Voz de Galicia
Viernes, 13 de julio de 2007

En la conmemoración del décimo aniversario de la muerte de Miguel Ángel Blanco, los dos partidos mayoritarios han vuelto a reiterar la diferente postura que mantienen ante el terrorismo y su irrefrenable tendencia a culpar al otro de no acabar con esta lacra. El partido en el poder reclama al principal partido de la oposición la «unidad de los demócratas», mientras que éste exige al otro que se pronuncie con claridad a favor de la derrota de ETA.

La «unidad de los demócratas» sugiere la idea de un medio para afrontar el terrorismo, más que un modo para acabar con él. La tercera acepción gramatical de la palabra unidad es «unión o conformidad»; es decir, alude simplemente a una «concordia en los ánimos y voluntades». Pero aquí falta por determinar para qué se pide dicha unión. Se estaría, por tanto, reclamando la unión de las voluntades de los demócratas, pero sin especificar con claridad su finalidad. Se podría argumentar que no hace falta especificarla, porque es evidente: acabar con el terrorismo. Pero como existe más de una vía para poner fin al terrorismo, no es ilógico condicionar la decisión de la unidad al hecho de que el partido en el Gobierno determine con nitidez qué camino va a seguir para acabar con el terrorismo.

El principal partido de la oposición no habla del medio, sino del camino que ha de seguirse: la derrota de la banda terrorista. Este partido político da a entender que si la finalidad de la política antiterrorista fuera la derrota definitiva de ETA y no la de la negociación, se integraría activamente en la unidad de los demócratas que se configurara a tal efecto.

Esta indeseable discrepancia entre los partidos mayoritarios no es fácil de resolver. Porque a quien corresponde dirigir la política antiterrorista es al Gobierno y la vía que éste parece haber elegido, la de la negociación, es de todo punto inaceptable para la oposición. Si las cosas no cambian, y no se ven señales de ello, parece que, al menos hasta el fi n de esta legislatura, los dos partidos mayoritarios van a seguir en este andar al daca y toma, haciéndose ofertas recíprocas que no pueden encontrarse y culpándose mutuamente de sus respectivos desencuentros que sólo sirven para desconcertar a los ciudadanos.

Mientras que la banda terrorista no tome la decisión irrevocable de abandonar definitivamente las armas como medio para conseguir los fines secesionistas que persigue, parece ilusorio iniciar cualquier diálogo creyendo que no van a existir propuestas de tipo separatista sobre la mesa de negociación. Y como el Estado no debe ceder ante tales peticiones apoyadas por la fuerza de las armas, las negociaciones no dejan de parecer un diletante hablar por hablar. Lo que hay que preguntarse es si compensa seguir con esas conversaciones ante la indeseable desunión que provocan entre los demócratas.

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