La nostalgia del regreso vacacional
La voz de Galicia
Los que gozan del privilegio de un puesto de trabajo estable tienen derecho a un período anual continuado de vacaciones que suele disfrutarse en verano. Entre los meses del estío, agosto es el que elige la mayoría como tiempo de descanso. La proximidad del final de agosto supone, pues, que se acerca para muchos ciudadanos el momento del adiós al actual período vacacional. Aunque haya pasado casi un mes, parece que fue ayer cuando iniciábamos el descanso estival y teníamos por delante mucho tiempo para hacer el montón de cosas que habíamos planificado. Es verdad que desde nuestra infancia tuvimos períodos largos de trabajo escolar seguidos de momentos duraderos de asueto. Y también lo es que siempre hubo un primer día de vacaciones. Pero el de ahora es distinto al de nuestros primeros años. Entonces, si la primera mañana era relevante no tener que ir al colegio, lo era todavía más lo lejano que veíamos el día del regreso a las aulas. Con el paso del tiempo, hay también un primer día de vacaciones, pero la sensación de la vuelta a la faena diaria ha variado: desde el instante mismo en que comenzamos a descansar no dejamos de tener presente que muy pronto volveremos al trabajo.
Lo que antecede se siente cuando vives fuera de Galicia y vienes a veranear al lugar de tus raíces. Cuando se lleva recorrido un amplio trecho de la vida, se van aproximando inevitablemente dos momentos que en la niñez veíamos muy distanciados: la llegada y la despedida. Con el aumento de la edad, tienes la sensación de que vienes para regresar mucho más pronto de lo que desearías, lo cual te impide disfrutar intensamente del tiempo que pasas en tu lugar de origen.
Las cosas empiezan a complicarse cuando se aproxima el día más temido: el del regreso al lugar de residencia. Es un momento propicio para que incluso los más fuertes de espíritu sufran un ataque agudo de nostalgia. Vienen a la memoria todos los últimos días de tus vacaciones veraniegas. Y recuerdas el silencio y la tristeza con que año tras año ibas recogiendo y guardando las cosas que sacabas los primeros días del verano. Vuelve a sobrevolar sobre cada uno de nosotros la amenaza del regreso inminente a la rutina del resto de los días del año.
Lo que produce mayor melancolía es pensar en lo lejano que queda aún el comienzo del siguiente verano. Es verdad que no tardarás en volver a tu ciudad, pero ocasionalmente y por períodos cortos. Habrá una nueva Navidad y Semana Santa, pero no son lo mismo. Saben a poco y apenas permiten recargar el espíritu de esa indescriptible pero maravillosa magia de nuestra Galicia y que sentimos los que tenemos el privilegio de haber nacido en esta tierra. Podría consolarme pensando que un año no es mucho, pero vivir tanto tiempo con morriña es demasiado.