Humanos e inhumanos

La Voz de Galicia
Sábado, 13 de marzo de 2004

La pertenencia a la especie hombre debería ser suficiente para recibir, sin más, el calificativo de humano. Lo cual supondría que todo individuo que pertenece a la especie humana, en la medida en que es hombre, debe ser considerado ser animado racional. Sin embargo, hay ocasiones en las que individuos, que forman parte del mismo género, se comportan, unos -afortunadamente, poquísimos- prescindiendo por completo de lo -humano- y otros -la casi generalidad- dando lo mejor de nuestra especie. El recientísimo atentado que tuvo lugar en Madrid es una de esas ocasiones, en las que se hacen ostensibles los dos polos opuestos de la especie humana.

Unos seres con figura humana, con una mente absolutamente fanatizada, portadores de una teoría dogmatizada hasta el extremo de privar de todo valor a la vida de los que no la comparten, han ocasionado voluntariamente unos daños personales en Madrid de consecuencias semejantes a los que producen las más graves catástrofes naturales. Ante tan gran despropósito, las personas de bien se han referido a ellos con todo tipo de adjetivos: alimañas, salvajes, asesinos, desalmados. Y lo cierto es que son todavía mucho peor que todo eso: tienen sólo cuerpo humano, pero son inhumanos, porque carecen de todo lo que hace que un ser sea hombre. Como ha escrito Stefan Zweig en su maravillosa obra Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia, «quien no comparte de lleno y espontáneamente lo humano, se comportará siempre de forma inhumana frente a los hombres». Y añade: «Los tiranos buscan siempre embellecer sus actos de violencia con algún ideal religioso o ideológico, pero la sangre ensucia cualquier idea».

Tras la devastadora acción de este grupúsculo de inhumanos, los humanos, esa inmensa mayoría que milita en el polo opuesto de la especie humana, dio todo lo mejor de sí, tanto desde el punto de vista individual, como institucional. Desde los primeros momentos de la tragedia, y por parte de los que estaban más próximos al lugar de los hechos, tuvieron lugar escenas de gran valor, de enorme generosidad, de prestación de los primeros auxilios, sin pensar que podían no haber finalizado aún los atentados. Viendo y oyendo lo que reflejaban los medios de comunicación, que no era nada más que la respuesta que estaban dando los humanos, uno no podía menos que sentirse orgulloso de pertenecer a una especie que alberga este tipo de seres. Y lo mismo cabe decir del funcionamiento de las instituciones. Los planes de emergencia que estaban preparados para responder a este tipo de tragedias, se pusieron ordenadamente en marcha. Desde el principio, dio la sensación de que todo estaba bajo control, que se reaccionaba con acierto y prontitud, que había muy poca improvisación y muchas ganas de responder con la mayor eficacia posible, ante las consecuencias de tan grave catástrofe.

Por eso, finalizo con otras sabias palabras de Stefan Zweig: «Para un hombre verdaderamente humano resulta imposible no irritarse cuando ve que ocurre algo inhumano. Un escritor íntegro no puede esbozar tranquilamente palabras indiferentes y teóricas cuando su alma se estremece ante el desvarío de su tiempo».

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