Horario laboral y vida familiar
No es exagerado afirmar que de todos los cambios sociales habidos en los últimos cien años, y han sido muchos, el más importante es la incorporación masiva de la mujer al trabajo fuera del ámbito doméstico. Pero no tanto por suponer la práctica duplicación del número de sujetos susceptibles de ser empleados, sino por los efectos tan relevantes que produce ese hecho en el ámbito familiar. Con esto quiero decir, que lo verdaderamente relevante no es el hecho de cuál sea el sexo del trabajador, hombre o mujer, si no el impacto que puede tener en la vida familiar el hecho de que sea la pareja y no solo uno de ellos quien trabaje fuera de casa.
La situación puede describirse así: cada miembro de la pareja tiene una vida laboral que le impone determinadas obligaciones, pero, al mismo tiempo, ambos tienen en común una vida familiar de la que también se derivan numerosas imposiciones. El problema es cómo concilia o compatibiliza cada miembro de la pareja sus obligaciones laborales con las familiares.
La conciliación tiene varios planos, de entre los que destacan el interno o particular de la propia pareja, y el empresarial o externo en el que se desarrolla el trabajo. En el primer ámbito, hay casi tantos casos distintos como parejas trabajadoras, y en él poco pueden hacer las leyes por encima del propio acuerdo personal al que hayan llegado los implicados. Pero se puede afirmar que, en la gran mayoría de los casos, la mujer soporta mucha más carga familiar que el varón. Salvo en casos muy contados, tanto en las tareas puramente domésticas, como en las de cuidado y educación de los hijos, el tiempo que dedica la mujer es sensiblemente superior al del hombre. Y aunque es cierto que los varones cada vez comparten más las tareas del ámbito familiar, también lo es que se avanza muy lentamente, y que una buena parte de las rupturas de las parejas jóvenes, se debe a la falta de madurez del hombre en asumir esas responsabilidades.
Las cosas son distintas en el ámbito empresarial. Lo deseable sería que hubiera un reparto equilibrado de responsabilidades en la vida profesional y en la vida familiar. Pero es la mujer la que suele “reducir” su vida profesional para poder suplir al varón en la parte familiar de la que no se encarga. Con lo cual, es en el ámbito empresarial donde se genera el desequilibrio: el exceso de carga que se produce para el varón en el ámbito laboral conlleva un aumento de la carga de la mujer en el ámbito familiar.
Aunque puede haber otras medidas efectivas para lograr el equilibrio, será difícil lograrlo mientras exista libertad para fijar la hora de salida del trabajo. Obligar drásticamente a cerrar muchos centros de trabajo –no digo que todos- a las seis de la tarde no afectaría en nada a su productividad. Por no hablar del ahorro de costes (energía, horas extra etc.) que podría implicar dicha medida. Los afectados serían muchos hombres que prolongan artificial e innecesariamente la jornada de trabajo para no ir a casa a compartir las tareas familiares, y, sobre todo, la esencial de educar a los hijos. La indicada medida hará más por la igualdad de la mujer que todo un ministerio.