¿Hay que negociar con ETA?

La Voz de Galicia
Domingo, 19 de agosto de 2007

Esta podría ser una de esas preguntas que tienen una respuesta clara y terminante, ya que la gran mayoría de los ciudadanos, sin tener duda alguna, la responderían en sentido negativo. Y no les faltaría razón, porque el solo hecho de que el Gobierno emprenda negociaciones con una banda terrorista supone legitimarla como un igual con el que cabe tratar asuntos de Estado. Sin embargo, las cosas no deben ser tan claras como nos parecen, dado que todos los Gobiernos duraderos que hemos tenido hasta ahora han mantenido conversaciones más o menos intensas con dicha organización criminal.

Tal vez por eso, para responder a la pregunta planteada hay que determinar previamente el punto de partida para negociar. Pero como la cuestión es espinosa, un ejemplo me ayudará a aclarar mi pensamiento. Imaginemos que una persona tiene una finca a la que le falta una pequeña parte de terreno para tener la cabida precisa para poder construir una edificación, y que tal porción es de un tercero. Si éste no tiene intención de vender, el dueño de la finca o le da lo que le pida o no hay compraventa. Las cosas cambian radicalmente si es el tercero el que tiene necesidad de vender, porque entonces serán ambos los que acabarán fijando las condiciones de la venta. Pensemos ahora que el dueño de la finca fracasó repetidas veces en sus intentos anteriores de comprar el trozo de terreno, y que ello fue debido a que como el tercero no deseaba a venderlo, siempre le pedía un precio desorbitado. A pesar de ello, ¿debería el dueño negarse a comprarla si el tercero se la ofrece a un precio justo? Parece que no, porque el precio razonable fijado por el tercero demostraría que de verdad quiere venderla.

Pues bien, mientras que el Gobierno intente negociar sin que la banda terrorista haya renunciado definitivamente a la lucha armada para obtener sus objetivos secesionistas, o se admiten sus pretensiones o no habrá nada que negociar. Y como hasta ahora no es democráticamente admisible que se imponga la secesión de una parte de España por la presión del terror, negociar sin que los terroristas cambien de postura, o es de ilusos o es de diletantes. Las cosas serían distintas si a cambio del abandono definitivo de las armas, la banda terrorista negociara otras condiciones, como la cuestión de los presos y la reinserción de sus miembros. De ser ese el caso, y sólo esos los temas, no sería sensato que el Gobierno se negase a negociar.

La respuesta a la pregunta planteada depende, por tanto, de la voluntad de la banda terrorista: si desea de verdad abandonar o no la lucha armada. Si decidiera dejar las armas, antes de negociar, y con el fin de que no nos vuelva a engañar, tendría que acreditar indubitadamente el abandono definitivo de éstas. Pero mientras la banda no tome esta decisión, habrá que seguir haciéndole sentir todo el peso del Estado de derecho. Porque lo que nadie puede creerse seriamente es que ETA está derrotada. Casi lo estuvo, pero, una vez más, le han permitido coger aire.

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