Hablar tiernamente a los mercados

La Voz de Galicia

En su novela Las ratas, escribe Miguel Delibes que el Rabino Chico «había demostrado ante los más escépticos lugareños que la vaca a la que se habla tiernamente mientras se le ordeña daba media herrada más de leche que la que era ordeñada en silencio». Hace unos días una voz autorizada de la Comisión Europea declaraba que lo más importante era que «España se ayudara a sí misma» para salir de la crisis. O sea, que tenemos que arreglárnoslas solos y hablarle tiernamente a nuestra vaca para que dé la mayor cantidad de leche posible.

En las recientes elecciones generales hemos cambiado de ordeñador, su voz es distinta y parece que, envuelta en la suave atmósfera de Galicia, suena más tierna, más convincente, más creíble. Gracias a ello es de esperar que la vaca España, es decir, todos nosotros, rindamos al máximo para poder salir del fango financiero en el que estamos braceando desde que ha naufragado nuestra desequilibrada economía. La inyección de confianza que va a suponer el cambio de Gobierno tendrá, sin duda, un efecto beneficioso a la hora de encarar los grandes problemas que tenemos desde hace tiempo y los que aún están por llegar.

Pero la solución no depende de lo que pueda dar de sí España. No se pueden cambiar de un día para otro las estructuras económicas, sociales y financieras que tenemos. El enfermo tiene que renovar su sangre, pero para sobrevivir es absolutamente necesario que le continúen haciendo transfusiones. Sin recibir nuevo plasma sobrevendría un envenenamiento masivo, y tras él llegaría el final. Hace falta, pues, seguir acudiendo al mercado del dinero.

Llegados a este punto, la duda que me surge es si no hay otros que nos están ordeñando «en silencio». Por mucha objetividad que ponga para contemplar la evolución de la famosa prima de riesgo, cada vez estoy más convencido de que los prestadores de dinero en los mercados internacionales están aprovechando todo tipo de disculpas, reales algunas y las más imaginarias, para poner sus manos en nuestras ubres y sacarnos hasta la última gota de leche.

En mis limitados conocimientos de economía, tenía asentada la idea de que no hay que desconfiar del que paga puntualmente hasta que empiece a dar señales de que no va a hacerlo. España hasta ahora ha sido una escrupulosa cumplidora de sus obligaciones financieras internacionales. Así que las supuestas dudas sobre su solvencia no parecen derivarse tanto de su situación financiera como de la de otros países de la Unión. ¿Es admisible que se dude de la solvencia de alguien por causa de la mermada capacidad de crédito de otros? Sinceramente, creo que no. Por eso, la constante elevación de nuestra prima de riego parece una maniobra especulativa de ciertos pícaros que se están forrando merced a unas supuestas «dudas» sobre la solvencia de deudores hasta ahora fiables. El nuevo Gobierno no va a tener más remedio que hablar tiernamente a los mercados para que nos sigan dando leche en lugar de ordeñarnos.

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