España como trainera
Los que hayan visto una regata de traineras seguramente habrán observado que estas embarcaciones cuentan con dos filas de seis remeros, con otro miembro más que va en proa, y con el patrón, que desde la popa, maneja el timón, marca el ritmo de las paladas, y anima a su tripulación. En el triunfo de la ganadora, además de las propias características del barco, influyen también la fuerza y el acompasamiento en la acción de bogar, así como la destreza del patrón a la hora de acompasar la cadencia de los remos. Se trata, en suma, de una verdadera labor de equipo, que tendrá mayores posibilidades de éxito cuanto más conjuntado esté.
En nuestra vida política interna, cada partido es una especie de trainera, y las elecciones, las regatas en las que compiten. Por eso, en las contiendas electorales, es totalmente lógico que cada trianera o partido político emplee todo su potencial en su propio beneficio y que busque el mayor rendimiento de la tripulación con el fin de alzarse con el triunfo electoral o, al menos, de obtener el mejor resultado.
Sin embargo, cuando lo que está en juego es el interés general, la óptica tiene que ser diferente: no hay que pensar en términos de trainera-partido político, sino en que hay una sola que es España. En esta hipótesis, todos estamos embarcados en una nave común, de tal manera que la suerte final de la misma es la de todos nosotros: si naufraga, nos hundimos, si sigue a flote, nos salvamos.
No sé si ha llegado el momento –pero si no, está muy cercano-, en el que el pueblo español demande enérgicamente a sus dos grandes partidos que dejen de remar cada una hacia un lado, neutralizando uno el esfuerzo del otro, y viendo como la nave, sin dirección, es arrastrada por la corriente. La gravedad de la situación económica en la que nos está metiendo nuestra clase política aconseja que los que tripulan la nave España dejen de echarse las culpas y de acusarse mutuamente de no arrimar el hombro.
Hasta hace bien poco, podía entenderse –nunca, disculpar- que los dos grandes partidos se enzarzaran en reproches sobre la culpa de que la nave se haya varado. Pero los tiempos tenebrosos que se acercan obligan a dejar para más adelante ese ajuste de cuentas. Como cada vez queda menos tiempo, ha llegado el momento de alzar la voz y pedir a nuestros líderes políticos que se embarquen en la tarea común de sacarnos de nuestra grave situación económica. El pueblo español, que asiste atónito a lo que está pasando, no se merece que la irresponsabilidad de los patrones de nuestras traineras les lleve a persistir en su política partidista, renunciando a la conquista del interés general que exige el sacrificio, a veces injusto, de muchos para la salvación de todos.
Siguiendo con la terminología marítima, es momento de proceder a una “avería gruesa”, esto es, a distribuir los costes de la operación de salvamente entre todos los que nos vamos a beneficiar de que no se hunda el buque España y su carga.