Es hora de la verdad judicial
Los que presten algo de atención a los medios de comunicación tienen que estar seriamente preocupados. Desde hace algunos meses la corrupción se ha convertido en la principal protagonista de nuestra vida política. Y casi nadie está a salvo: los del PP se sobresaltan cada día ante el chorreo continuo de noticias sobre el caso Bárcenas y los del PSOE por lo mismo respecto de los ERE de la Junta de Andalucía.
Aunque entre ambos asuntos hay importantes diferencias -entre otras, la cuantitativa (mil millones de euros por algo más de cuarenta) y los beneficiarios (numerosos allegados al Partido Socialista y básicamente un tesorero desleal)-, desde un punto de vista democrático, los dos son igualmente repugnantes: es de todo punto censurable que nuestros representantes políticos metan la mano en el dinero público. Y que conste que gracias a que existen derechos fundamentales como el de comunicar y recibir libremente información, los ciudadanos podemos enterarnos a través de los medios de los saqueos de algunos de nuestros políticos. Es algo de lo bueno que tiene el sistema democrático.
A la vista de cómo se está desarrollando mediáticamente el caso Bárcenas -me voy a centrar en él-, me pregunto si se está jugando limpio con nosotros y si no se habrán olvidado interesadamente de que el citado derecho a comunicar y recibir libremente habla de manera expresa de «información veraz». Me explicaré.
La información que ha saltado al primer plano mediático son los papeles de supuestas anotaciones contables del antiguo tesorero del PP. Pero hasta ahora no ha aparecido ninguno que explique fehacientemente lo más determinante en este asunto: de dónde procede la inmensa fortuna que amasó este sujeto en tan poco tiempo y que asciende nada menos que a más de 40 millones de euros. Es como si nos estuvieran haciendo prestidigitación: nos hacen mirar para unos pretendidos sobresueldos y correos electrónicos, para que no nos fijemos en cómo reunió el tesorero semejante botín y a quién pertenecía.
El asunto está revelando también una fuerte lucha de poder en el interior del PP: los que no han tenido nada que ver con él se pronuncian claramente a favor de la luz y los taquígrafos, mientras que a los que les toca de algún modo, en lugar de conseguir que las miradas de todos descubran el juego de magia del tesorero, se callan o ponen cara de disimulo. Y si de aquí pasamos al medio que está marcando el tempo de la partitura mediática, se adivina un deseo desesperado de ajustar cuentas con un político, nuestro presidente del Gobierno, que hasta ahora ha mantenido su independencia respecto de los grupos mediáticos.
Hoy el asunto de Bárcenas está judicializado. En su día habrá, pues, una verdad judicial que será la que reconstruyan los tribunales con las pruebas obrantes en el proceso. En lugar de ser víctima del ilusionismo mediático, voy a esperar por ella porque no deseo ser manipulado por nadie.