El fútbol español debe medio billón de pesetas

La Voz de Galicia
Domingo, 8 de junio de 2008
La deuda acumulada de los clubes españoles ronda los tres mil millones de euros, un gigantesco descalabro que se produce solo tres lustros después de la creación de las sociedades anónimas deportivas

En octubre de 1990, los clubes de 1.ª y 2.ª División debían 35.000 millones de pesetas. Para que no volviera a producirse una situación como esta, el legislador, en la Ley del Deporte, diseñó un Plan de Saneamiento en virtud del cual obligó a la mayoría de los clubes a convertirse en sociedades anónimas deportivas (las SAD) y los sometió a un fuerte intervencionismo administrativo.

Dicho plan condujo también a que los clubes se recapitalizaran: como sociedades anónimas deportivas no solo nacieron sin deudas, sino que en ese momento recibieron de sus socios, a cambio de las acciones, nada menos que 15.262.874.000 pesetas.

Pues bien, ahora, el mundo del fútbol vuelve a estar inmerso en un gigantesco descalabro económico. Actualmente, las deudas de los clubes de 1.ª y 2.ª División ascienden a la cifra escalofriante de 2.903.000.000 de euros (unos 483.000.000.000 de pesetas). Lo cual significa que se han gastado no solo el indicado capital que recibieron a primeros de los años 90, así como los cuantiosos recursos económicos procedentes de televisión y de otros ingresos atípicos, como los publicitarios, de patrocinio, de merchandising, operaciones urbanísticas, etcétera, que obtuvieron durante estos años, sino también la mareante cifra de dinero que aún deben.

Comienzos de los noventa

El tiempo ha demostrado, pues, que el sistema fracasó, y que esa regulación especial de las SAD no ha podido evitar que los clubes de fútbol hayan llegado a una situación de endeudamiento mucho mayor de la que tenían a comienzos de la década de los noventa. Ante esta situación, no es extraño que a más de uno se le haya ocurrido preguntarse a qué se debe este rotundo fracaso. Desde luego, no es solamente consecuencia de la legislación. Los clubes de fútbol, en tanto que sociedades anónimas, son empresarios y, como tales, están sometidos a las mismas normas contables, fiscales, mercantiles, laborales y penales que estos. Más aún: los clubes están sujetos a normas más severas que muchos otros empresarios en la medida en que están sometidos, en ciertos aspectos, al control de la Liga de Fútbol Profesional y del Consejo Superior de Deportes.

Si el problema no está en la legislación, tiene que radicar, lógicamente, en cómo se aplica la misma en la práctica. Es indiscutible que los primeros responsables del rotundo fracaso económico de los clubes son quienes los gestionan: sus consejos de administración. Si enlazamos la ruinosa situación económica actual de los clubes de fútbol con la gestión de sus dirigentes, parece claro que estos no se han conducido con arreglo a pautas de rigor y profesionalidad, y que han dejado que primaran los aspectos puramente deportivos sobre los económicos, olvidando que tenían que gestionar los intereses sociales en su conjunto y no solo en el aspecto deportivo. Pues bien, esta forma peculiar de gestionar los clubes de fútbol es posible porque en muchas ocasiones los gestores incurren en manifiestos incumplimientos de la ley.

Pero así como cuando un empresario no futbolístico incumple la ley, se ponen en juego inmediatamente todos los controles del sistema -incluso el de la imputación de responsabilidad personal al gestor- con el fin de que acabe cumpliendo o que desaparezca del mercado tras la liquidación derivada del concurso, nada de esto sucede con los clubes de fútbol. Si los gestores incumplen las normas contables, fiscales o societarias, parece que no pasa nada. Y no pasa nada, entre otras, por las dos razones siguientes.

Mal control

La primera de ellas es que no se acertó enteramente a la hora de elegir las instituciones a las que se confió el control de las SAD. En efecto, la Liga de Fútbol Profesional -primera institución de control- está formada por los propios clubes de fútbol, por lo cual a nadie debe sorprender que no funcione el autocontrol. En los tiempos que corren, incluso el más confiado de los mortales espera poco de un sistema en el que los controladores y los controlados son los mismos. Por su parte, el Consejo Superior de Deportes -segunda institución de control- tiene carácter político, y como el mundo del fútbol parece arrastrar muchos votos, no es impensable que nuestros políticos intenten evitar a toda costa la adopción de decisiones impopulares. Y por aquí surge la segunda de las razones: el hecho de que los clubes de fútbol reciban un trato privilegiado por parte de la Administración, sin que exista causa alguna que lo justifique, solo se explica por las razones políticas que se acaban de apuntar.

Pero no solo la irresponsable gestión de los administradores de los clubes y las causas que se acaban de apuntar explican la situación ruinosa del fútbol profesional. También tienen su parte de responsabilidad los acreedores de los clubes, los cuales, lejos de exigirles el pago puntual de las deudas -evitando con ello su galopante crecimiento-, les dispensan un trato privilegiado que no tienen con ningún otro deudor y que solo puede explicarse porque se sienten acobardados frente a ellos. Los principales acreedores de los clubes son los jugadores, los proveedores (entre los que figuran los intermediarios que intervienen en los traspasos), las entidades de crédito y la Administración Pública.

Cumplen con los agentes

De todos estos, con los que mejor cumplen los clubes es con los intermediarios y, en parte, con los jugadores. Con los primeros, además de por otras razones más o menos confesables, porque si no les pagan no hay nuevos fichajes. Y con los jugadores porque no les suelen pagar todo: los clubes, con el consentimiento de los propios futbolistas (para pagar menos impuestos), dividen sus ingresos entre los derivados del contrato federativo -que son los que se suelen abonar porque si no los descienden de categoría- y del contrato de imagen, que suelen acabar reclamando ante los tribunales de justicia, pero cuando ya no están en el equipo.

La conducta tolerante de los demás acreedores solo puede explicarse porque se sienten acobardados ante la supuesta fuerza social de los clubes. Pero así como si no reclaman los proveedores el problema es solo de ellos porque defienden su propio interés, la pasividad de las entidades de crédito y de la Administración Pública (Hacienda y Seguridad Social) es inadmisible por la fundamental razón de que gestionan intereses de terceros: el de sus propietarios y el de los depositantes, en el caso de las primeras; o el interés económico general, en el segundo caso. Pues bien, en atención a los importantes intereses que defienden, estos dos acreedores están obligados a emplear la misma diligencia con los clubes que con los demás deudores. Lo que no pueden pretender, en ningún caso, estos acreedores es encubrir su acobardamiento propiciando nuevos planes de saneamiento del fútbol que acabaremos pagando la generalidad de los ciudadanos. Porque si la inmensa tarta del fútbol se la han estado comiendo durante estos últimos años solamente unos pocos manirrotos, no parece serio que ahora nos pidan a los demás ciudadanos que les paguemos no solo el festín que se han dado, sino que les compremos un nuevo pastel para seguir empachándose durante los próximos años.

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