¡Dejen ya de saquearnos!

La Voz de Galicia

Si hay dos palabras incompatibles son democracia y corrupción. Cuando la soberanía de una nación reside en el pueblo, los políticos, que son quienes lo representan, tienen el alto honor y, a la vez, la honrosa responsabilidad de dedicarse al servicio de los ciudadanos y a la defensa de sus intereses. Esta importante misión supone, en sí misma, una parte de la retribución de los políticos, que se inserta en la línea de lo moral más que en la económica.

Es verdad que la actividad política tiene que ser también remunerada con dinero. Y lo es también que, comparadas con algunas retribuciones del sector privado, las percepciones económicas de los políticos no son muy elevadas. Pero esto no justifica en modo alguno que los que se dedican a la actividad política traten de completar su salario por la vía de la corrupción.

La política no es una actividad obligatoria. Se sabe perfectamente lo que es y cuánto se puede cobrar en ella. El que quiera dedicarse a representar a los ciudadanos tiene que ser plenamente consciente de que debe gestionar con la debida diligencia y la más alta transparencia los recursos de sus representados. Y recibir a cambio, como contraprestación económica, lo que está legalmente previsto.

El mayor envilecimiento de la política es abusar de la relación de representación para gestionar los asuntos del pueblo en beneficio propio, enriqueciéndose personalmente con los recursos de todos, que, como tales, deben ser destinados a la satisfacción de los intereses generales.

En los últimos tiempos están saliendo a la luz tantos casos de corrupción que no es extraño que en el índice del 2012 de percepción de la corrupción elaborado por Transparency International, en una escala entre 100 (percepción de ausencia de corrupción) y 0 (percepción de muy corrupto), España está en el 65, y ocupa el puesto 30, junto a Botsuana y por debajo de Chipre, las Bahamas o Barbados. Creo que ha llegado el momento de que reaccione la sociedad civil y les diga a sus representantes un claro y rotundo ¡dejen ya de saquearnos!

 

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