Los libros, sus autores, Cervantes y la letra de cambio de pollinos

PREGON DEL DIA DEL LIBRO

San Román de Cervantes, 23 de abril de 2007

LOS LIBROS, SUS AUTORES, CERVANTES Y LA LETRA DE CAMBIO DE POLLINOS

Por José Manuel Otero Lastres

Cuando D. ALFREDO SANCHEZ CARRO me ofreció el año pasado el alto honor de pronunciar este PREGON, me asaltó la duda de si yo tenía las cualidades requeridas para ello. Desde luego, no voy a afirmar que no las poseo, porque, aunque ello podría quedar muy bien desde la óptica de la modestia, dejaría en mal lugar a quien ha tenido la amabilidad y la deferencia de elegirme para este acto. Así que lo único que puedo decir es que he puesto mi máximo empeño en hacer un buen PREGÓN. Si lo consigo, apúntenle el mérito a D. ALFREDO, y si no llego a estar a la altura de las circunstancias, cárguenmelo en mi cuenta. En cualquier caso, como es la primera vez en mi vida que pronuncio un PREGON, les ruego que sean muy indulgentes conmigo.

Según la vigésima segunda edición del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, la palabra PREGÓN tiene diversas acepciones de las cuales me interesan ahora las dos siguientes. La  segunda: “Discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella”; y la cuarta: “Alabanza hecha en público de alguien o de algo”. Pues bien, como van a comprobar seguidamente, las palabras que voy a pronunciar tienen que ver con estos dos significados de la palabra “Pregón”.

Lo primero que debo señalar es que estamos aquí, en la casa consistorial de San Román de Cervantes, para que haga ante ustedes un discurso elogioso, anunciando la celebración del Día del Libro e incitándoles a participar en ella. Como todos ustedes saben, la UNESCO, en su Conferencia General de 1995, acordó que el 23 de abril de cada año se celebre el Día del Libro, para rendir un homenaje a los libros y a sus autores y para alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la reemplazable contribución de los creadores al progreso social y cultural. El que se eligiera este día y no otro, se debe a que el 23 de abril de 1616, fallecieron los dos escritores más geniales que ha dado la Humanidad: el inglés WILLIAM SHAKESPEARE y el español MIGUEL DE CERVANTES Y SAAVEDRA.

Pues bien, ateniendo al primero de los dos significados de la palabra PREGON, ya mencionados, poco puedo añadir a todo lo que se ha dicho sobre la importancia capital que tiene la lectura en el desarrollo de una sociedad. Como escribí hace algún tiempo en la Voz de Galicia, el hombre lleva dejando por escrito su pensamiento prácticamente desde el inicio mismo de su existencia. Atesoramos tal cantidad de palabras escritas por el hombre, que si pudiéramos amontonarlas unas detrás de otras, ascenderían hasta perderse por el Universo. Una buena parte de esas palabras se contienen en los libros.

Pero, frente a los libros, no todos mostramos la misma actitud. Hay quienes apenas sienten el más mínimo interés por ellos y hay otros, en cambio, que los veneran. La mayoría de la gente se muestra, como en casi todo, bastante indiferente: para enterarse de lo que le interesa, prefiere escuchar y ver, que tener que hacer el esfuerzo de leer. Y sin embargo, los libros atesoran riquezas espirituales impagables. Quienes los escriben, lo hacen porque tienen algo que decir o que contar. Han pasado su intelecto por los distintos sectores del saber o de la actualidad, o han adentrado su espíritu en el ámbito de su desbordante imaginación, para comunicarse con nosotros: para instruirnos, informarnos o entretenernos.

El sólo hecho de escribir supone un esfuerzo que es propio de un espíritu sumamente generoso. Es posible que el impulso de escribir sea fruto de una necesidad del autor. Y es posible también que la decisión de publicar lo escrito no esté exenta de ciertas dosis de vanidad. Pero es innegable que quien escribe y publica, da en cada una de sus obras una parte de sí mismo, de su saber o de su mundo de ficción. Y la mayoría de las veces a cambio de nada o de muy poco.

En el momento de escribir, el autor tiene la esperanza de que su obra llegue a ser muy leída. Por eso la escribe. Pero aunque le asalte la duda de que pueda resultar un fracaso de lectores, no deja por ello de escribir. Pueden más sus deseos de dar una parte de sí mismo y de inmiscuirse en las mentes de otros, que el destino que haya de correr su obra: en el momento mismo de escribir acepta ya el porvenir del fruto de su talento. Por eso, la gran mayoría de los que escriben lo hacen sabiendo que su arte no les dará ni siquiera para malvivir. E incluso los pocos que llegan a poder vivir de sus obras, son por encima de todo “autores”: sienten más la necesidad de crear que la de obtener un rédito de su tarea. Porque saben que el hecho de alcanzar la profesión de “escritor” no es algo que dependa de ellos mismos, sino de nuestras decisiones de compra.

Al verdadero escritor lo que realmente le interesa es que se lean sus obras. Su esfuerzo, su generosidad, y el bien que, por lo general, éstas nos procuran, merece que las leamos. Porque, como ha escrito alguien, un libro que no se lee es como un teléfono que suena para darnos una buena noticia y no lo descolgamos. Si no leemos, nos quedamos sin saber algo bueno que querían contarnos. Pues bien, en este día del Libro de 2007, les incito a que lean, a que se enteren de todo lo mucho y bueno que desean contarles los escritores.

Pero la palabra PREGON tiene otra acepción, que es “Alabanza hecha en público de alguien o de algo”. De aquí que, en los minutos que siguen, me proponga alabar ante ustedes a Cervantes, pero no solo a D. MIGUEL DE CERVANTES Y SAAVEDRA, el escritor, sino también al pueblo de San Román de Cervantes o, simplemente, Cervantes, como es más conocido.

En cuanto a D. MIGUEL DE CERVANTES Y SAAVEDRA, diré unas palabras sobre él y otras sobre su obra, pero para relacionarlas con mi propia persona. En cuanto a lo que debo decir de su persona, todos ustedes saben de sobra porque casi se lo repiten cada año, que está generalmente aceptado que los orígenes del Príncipe de los Ingenios, D. MIGUEL DE CERVANTES Y SAAVEDRA, están en estas maravillosas montañas de los Ancares lucenses. Y ello, no sólo porque sus dos apellidos CERVANTES y SAAVEDRA sean topónimos de estos parajes, sino porque el propio D. MIGUEL, al comienzo del Capítulo XXXIX de la Primera Parte del Quijote, pone en boca del Cautivo, que su linaje tuvo principio en un lugar de las montañas de León, que no son sino estas montañas lucenses.

Pero de las circunstancias personales de D. MIGUEL, me gustaría detenerme en aquellas que presentan alguna coincidencia con quien les habla. Así, mi padre, que falleció cuando yo tenía casi tres años, se llamaba MIGUEL OTERO SAAVEDRA y, al igual que a D. MIGUEL, el pusieron este nombre no por casualidad, sino porque ambos nacieron el día de San Miguel, un 29 de septiembre, CERVANTES en 1.547 y mi padre en 1908. Pero no sólo su nombre era idéntico, también su segundo apellido, SAAVEDRA y, aunque lo desconozco, no hay que descartar que el segundo apellido de mi padre perteneciera al mismo linaje de los SAAVEDRA que el de D. MIGUEL. Pero no acaban aquí las coincidencias, D. MIGUEL DE CERVANTES fue soldado en el Tercio de Nápoles, luchó contra los turcos en la Batalla naval de Lepanto, y fue herido en un brazo, quedando “manco”. Y mi padre, aunque Registrador de la Propiedad, también fue soldado: luchó como alférez en la 32ª Compañía de la 8ª Bandera del Primer Tercio de la Legión en la Guerra Civil española, y también fue herido en el Monte del Pingarrón, durante la Batalla del Jarama, en la que perdió una pierna y quedó cojo. Finalmente, y en lo que a mí respecta, todavía hay otras dos coincidencias. La primera es que D. MIGUEL y yo nacimos el mismo año, pero de distinta centuria: como ya dije, él en 1547 y yo, cuatrocientos años más tarde, en 1947. Y la segunda es que D. MIGUEL nació en Alcalá de Henares y yo ocupo actualmente la Cátedra de Derecho Mercantil también en Alcalá de Henares.

Pero todavía podría señalar una tercera coincidencia, aunque sea menos intensa que las anteriores, y es que, aunque se discute si D. MIGUEL fue o no jurista, lo que está fuera de toda duda es que tenía notables conocimientos de Derecho, hasta tal punto que un buen amigo y colega Catedrático de Derecho del Trabajo en León, que, por cierto es natural de la ciudad de Lugo, GERMAN BARREIRO, acaba de publicar el año pasado una obra titulada “IUS QUIJOTESCUM”, con el subtítulo “Una Versión Literaria del Derecho en la Novela Don Quixote de la Mancha”.

Pues bien, fuera jurista o no, lo que puedo afirmar con rotundidad es que D. MIGUEL DE CERVANTES conocía perfectamente una institución mercantil tan compleja como la LETRA DE CAMBIO. En efecto, en el capítulo XXIII de la Primera Parte, se cuenta que el famoso embustero y ladrón Ginés de Pasamonte, que se había escondido en Sierra Morena huyendo de la Santa Hermandad, hurtó el asno de Sancho Panza, mientras él y Don Quijote hacían noche en el mismo lugar “entre dos peñas y muchos alcornoques”. Y viendo llorar a Sancho por la pérdida de su asno, Don Quijote lo consoló “prometiéndole de darle una cédula de cambio, para que le diesen tres de su casa, de cinco que había dejado en ella”.

Como no podía ser de otro modo, nuestro Caballero de la Triste Figura, según se relata en el Capítulo XXV, cumple su palabra, y, a petición de Sancho, en el reverso de la carta que escribe a Dulcinea del Toboso, Don Quijote gira una Letra de Cambio con el siguiente tenor: “Mandará vuestra merced, por esta primera de pollinos, señora sobrina, dar a Sancho Panza, mi escudero, tres de los cinco pollinos que dejé en casa y está a cargo de vuestra merced. Los cuales tres pollinos se los mando librar y pagar por otros tantos aquí recibido de contado, que consta, y con su carta de pago serán bien dados. Fecha en las entrañas de Sierra Morena a veinte y dos de agosto deste presente año”. Una vez redactada la Letra, y habiéndole pedido Sancho que la firmara, responde Don Quijote que “No es menester firmarla, sino solamente poner mi rúbrica, que es lo mismo que firma, y para tres asnos y aun para trescientos fuera bastante”.

Al releer recientemente el Quijote con ocasión de su IV CENTENARIO, este episodio me llamó la atención, sin duda por mi dedicación al Derecho Mercantil, pero sobre todo porque demuestra que DON MIGUEL conocía perfectamente los requisitos de validez de la letra de cambio, ya que la letra de pollinos los contiene todos ellos. Así, hay una “orden de pago” (mandará dar) del librador o creador de la letra, don Quijote, al librado o sujeto que está llamado a pagarla, que es su sobrina. Designa al tomador o acreedor cambiario, Sancho Panza. Menciona también la relación jurídica entre el librador y el librado, llamada “provisión de fondos” (los cinco pollinos que dejé en casa y están a cargo de vuestra merced), en virtud de la cual aquél puede impartir la orden de pago a éste. Además, de las tres modalidades de provisión de fondos (crédito, autorización o cobertura real), la de esta letra es una cobertura real; es decir, bienes del librador (los pollinos) que tiene el librado en su poder y que lo cubren suficientemente del pago al tomador. El documento es una letra de cambio porque hace visible la relación de “valor”, que es la que explica la atribución patrimonial que recibe el tomador del librador y que éste declara ya “recibido” (los cuales tres pollinos se los mando librar y pagar por otros tantos aquí recibidos de contado). La letra contiene también la data; es decir, el lugar y fecha del libramiento: fecha en las entrañas de Sierra Morena a veinte y dos de agosto del presente año (que sería el de 1605) y está rubricada por el librador. Finalmente, al no especificar la modalidad de vencimiento, la letra es pagadera “a la vista” (en el momento de su presentación a la sobrina).

La gran singularidad de esta letra, y lo que hace de ella una pieza literaria, es que la suma cambiaria no es una cantidad de dinero, sino de animales: tres pollinos. Defecto que implicaba, por sí solo, que la letra no surtiera, en cuanto tal, efecto en juicio. Pero dado el altísimo nivel de honorabilidad de don Quijote, era evidente que iba a cumplir su obligación de pagar a Sancho los tres pollinos. Y esto fue precisamente lo que sucedió, según queda demostrado en el Capítulo XXXIII de la Segunda Parte, en el cual Sancho le dice a la duquesa “que si yo fuere discreto días ha que había de haber dejado a mi amo. Pero ésta fue mi suerte y ésta mi malandanza; no puedo más, seguirle tengo: somos de un mismo lugar; he comido su pan, quiérole bien: es agradecido; dióme sus pollinos, y sobre todo yo soy fiel…”.

Tras estas palabras sobre D. MIGUEL DE CERVANTES y su obra, voy a finalizar mi intervención con una referencia elogiosa sobre SAN ROMAN DE CERVANTES y, más concretamente, sobre la Sierra de los Ancares.

Cada año, desde 1998, he tenido la fortuna de pasar, como mínimo, un par de días, recorriendo sus picos y quebradas, para ejercitar una de mis aficiones favoritas, que es la caza. Por eso, mis últimas palabras las voy a tomar prestadas de las escritas por D. JOSE MARIA CASTROVIEJO Y BLANCO-CICERON, en su obra “TEATRO VENATORIO Y COQUINARIO GALLEGO”, realizada en colaboración con D. ALVARO CUNQUEIRO, para poner en relación CERVANTES con tres de las especies que habitan en estas maravillosas montañas.

Las primeras palabras se refieren al Ciervo, del que CASTROVIEJO escribió que “es hoy tan solo recuerdo para el bosque gallego. El último ejemplar, que sepamos, del noble y heráldico huésped de la espesura, fue muerto a mediados del siglo pasado (se refiere el autor al siglo XIX) en la montaña que lleva precisamente su nombre: Cervantes”. Para regocijo de D. JOSE MARIA, si es que pudiera oírme allá donde quiera que esté, puedo dar fe de que mis propios ojos vieron no hace mucho algún magnífico ejemplar de Ciervo en estos Montes.

La segunda especie a la que voy a referirme es el corzo, que, según CASTROVIEJO, “puede domesticarse perfectamente, demostrando un gran cariño hacia sus dueños. Uno que tenían –añade- unos viejos amigos del montañoso Cervantes, en tierras lucenses, acudía desde el prado de la finca de Vilarello, donde pastaba, al silbido o llamada de sus amos.”

Finalmente, y con esto ya acabo, sobre el jabalí relata CASTROVIEJO que “Todavía en la alta montaña lucense, cuando la nieve sepulta implacablemente a las cumbres, la lanza antigua y totémica espera al xabaro, seguido, a través del blancor, hasta su encame. Impulsado por canes y gritos, surge el animal entre chafarises de nieve, casi prehistórico. Lo montañeses le esperan e incitan con un grito viejo como el mundo: ¡Vente! Y más adelante agrega: “Sus colmillos crecen con los años y con los años también aumenta el mal carácter del siempre arisco jabalí. Cuando está tranquilo, pasa el día en su cubil, en la espesura, saliendo de noche al pasto de la rica bellota, la patata, el maíz y la remolacha, con justificada desesperación del campesino. Con el día vuelve al cubil, pero no sin antes haberse dado un buen baño de agua y fango en la braña o prados próximos”. Y concluye: “Su caza –a la espera o en batida-…tiene siempre emoción. La emoción de un gran animal peligroso para los perros y el hombre. El único animal peligroso, si exceptuamos la víbora y el lobo, que queda hoy en los bosques de nuestra Galicia”. No estoy muy seguro –y con esto termino- que estas tres especies animales sean las únicas peligrosas que quedan en nuestros bosques. A veces, nosotros mismos, sin que se comprenda muy bien la razón, creamos más peligro por no cuidar debidamente nuestros bosques.

He dicho. Muchas gracias.

San Román de Cervantes 23 de abril de 2007

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