Caida en desuso
Aquella mañana VIENENSE observó que la palabra que le precedía estaba más nerviosa que de costumbre. Era el día en que los Académicos examinaban la página 1.386 del tomo II de la vigésima edición del Diccionario de la Lengua Española para decidir qué palabras iban a ser eliminadas del mismo por haber caído en desuso.
VIENENSE sabía que su contigua, VIEJO, hacía algún tiempo que estaba preocupada. En los últimos años, nadie la usaba. Y aunque había muchas personas a las que podía aplicarse su significado, ninguna de ellas quería que se utilizara aquella palabra para designarlas.
-¡No lo entiendo! –dijo enfadada VIEJO.
-¿Qué es lo que no entiendes? –preguntó VIENENSE.
No dicen que la población tiene cada vez más edad…
-Eso parece…
-Pues entonces ¿cómo es posible que quieran suprimirme? Y que sean precisamente ellos, los Académicos, que tienen mucha edad…
-A lo mejor es por eso. Parece que tampoco les gustas… –murmuró VIENENSE.
Y mientras estaban en éstas, dieron las diez y media de la mañana, hora en la que estaban citados los Señores Académicos de Número para la tarea de aligerar el Diccionario por desusos. Se reunía el Pleno. La sesión estaba muy concurrida, ya que en el orden del día figuraba el punto de la posible eliminación de la palabra VIEJO. La razón de tan nutrida asistencia, muy superior a la normal, no tenía una fácil explicación para VIEJO y VIENENSE.
-Tal vez vengan a defenderme, -dijo esperanzada VIEJO.
-O para comprobar personalmente cómo desapareces –agregó con su habitual realismo VIENENSE.
-Se abre la sesión. Señor Secretario, proceda –dijo el Presidente.
-Señores Académicos de Número, nos reunimos hoy en sesión plenaria para decidir si hay que eliminar de nuestro Diccionario la palabra VIEJO por haber caído en desuso. Como de costumbre, se abrirán dos turnos, uno a favor de la supresión y otro en contra. Para defender la exclusión intervendrá TERCERA EDAD y para abogar a favor de su permanencia actuará VIENENSE.
-Tiene la palabra TERCERA EDADA –indicó el Presidente.
-Con la venia, Señor Presidente. Mi intervención va a ser muy breve. Ustedes saben perfectamente que son notorios los hechos que son públicos y sabidos de todos. Por eso, no necesitan ser probados. Pues bien, es de todos conocido que hoy ya no se utiliza la palabra VIEJO. Ha caído en desuso. Como sus Ilustrísimas saben, su primera y principal acepción en la edición actual del Diccionario es “dícese de la persona de mucha edad”. Observen, Ilustrísimas, que el propio comienzo de su significado origina alguna incertidumbre. Porque no es que una persona de mucha edad sea un VIEJO, sino que “se dice” que lo es. Con esta palabra, parece manifestarse simplemente el pensamiento de que una persona con mucha edad es VIEJO. Y si solo sirve para esto ¿por qué conservar en el Diccionario una palabra tan fea?. Por otra parte, todos sabemos que hoy apenas existen personas de mucha edad. Es cierto que hay personas de edad, pero nunca se tiene mucha. Tanto es así que se habla precisamente de mi, de la TERCERA EDAD. Y el ordinal TERCERO no indica mucho, ya que es el que sigue en orden al SEGUNDO y éste al PRIMERO, que es el que precede a todos.
En conclusión, Ilustrísimas, estamos ante una palabra totalmente innecesaria, que puede suprimirse con suma facilidad, porque puede ser perfectamente sustituida por otras menos peyorativas, como yo misma y NUESTROS MAYORES. Llamar VIEJOS a las personas de mucha edad es expresar una idea muy desfavorable de las mismas. Es mucho más conveniente emplear la expresión TERCERA EDAD, que solo indica que se está en una edad que va después de la PRIMERA y de la SEGUNDA.
Pero para que vean sus Ilustrísimas que no defiendo mi propio interés, sino el esplendor de nuestra Lengua, admito que se utilice también NUESTROS MAYORES, porque la palabra MAYOR, aplicada a una persona, significa que “excede en edad a otra”. Y a nadie tiene que molestar que se diga de uno que excede en edad a otros. Al fin y al cabo, todos excedemos en edad a los que son más jóvenes que nosotros. Esto es todo lo que tenía que decir. Muchas gracias.
-Para el turno de defensa tiene la palabra VIENENSE.
-Con la venia, Señor Presidente. Debo comenzar felicitando a TERCERA EDAD por su brillante y, si me lo permiten, despiadado alegato contra VIEJO. He asumido la defensa de esta palabra aun sabiendo que en cualquier momento también yo puedo ser suprimida. La verdad es que no deja de ser un lujo ocupar siete milímetros de la página 1.386 del tomo II de la vigésima edición del Diccionario con VIENENSE que solo se utiliza para designar a la persona que es natural de Viena de Francia. Pero para asumir la hermosa tarea de defender la permanencia de una palabra, basta con estar en el Diccionario y, hoy por hoy, todavía tengo ese privilegio.
TERCERA EDAD ha tratado de demostrar que se puede suprimir la palabra VIEJO porque ha sido sustituida en el lenguaje del pueblo por otras memos peyorativas. Pero si VIEJO es un conjunto de sonidos articulados que expresan una idea, para decidir si debe suprimirse, lo primero que hay que preguntarse es si sigue existiendo la idea que se expresa mediante la misma. Y si la idea permanece, únicamente cabría admitir la sustitución de VIEJO por otras palabras, si éstas fuesen más precisas para fijar el contenido de aquélla.
Ilustrísimas, por mucho que intentemos ignorarlo, cada vez son más numerosas las personas que tienen mucha edad. Es, pues, evidente que la idea que expresa la palabra VIEJO no solo no ha desaparecido en nuestros tiempos, sino que está en pleno vigor. En consecuencia, si existen personas de mucha edad, necesitamos una palabra para denominarlas. En su ardoroso discurso, TERCERA EDAD ha sostenido que ella misma y NUESTROS MAYORES son preferibles a VIEJO, ya que expresan una idea más favorable sobre las personas de mucha edad. Y yo me pregunto, Ilustrísimas, ¿es que esas dos palabras operan el prodigio de rebajar la edad de las personas que tienen mucha? ¡Ojalá que fuera así! Pero me temo que no producen tal efecto. Y si cambiando de palabra no se consigue disminuir la edad, ¿no estaremos ante un eufemismo?.
Tener mucha edad es una realidad que no puede disfrazarse. Y si la sociedad en la que vivimos considera duro utilizar una palabra que indica que se ha llegado a esa etapa de la vida, no por ello debe admitirse que se suprima del Diccionario la palabra que de manera recta y franca expresa esa idea. Y menos aún que se sustituya por otras, que tratan de decir lo mismo con más suavidad, pero con mucha menos precisión.
Antes de finalizar mi intervención, permítanme dos reflexiones. La primera es que mucho peor que VIEJO es la palabra ANCIANO y nadie se ha planteado eliminarla del Diccionario. ¿Por qué? Tal vez porque hay que tener tantos años que a uno lo consideren ANCIANO, que son muy pocos lo que podrían ser denominados con esta palabra. Por lo tanto, si esta palabra tiene que ser empleada en muy contadas ocasiones, su escasa utilización no es un supuesto de desuso, sino de poca necesidad de uso.
Y esta reflexión me lleva directamente a la segunda que deseo hacer. Con todos mis respetos, Ilustrísimas, no se han lucido ustedes mucho a la hora de determinar el significado de VIEJO. Si me lo permiten, esta palabra no es un modelo de precisión. Porque ¿cuántos años hay que tener para ser una persona de mucha edad? Sus Ilustrísimas se han limitado a añadir a la palabra edad el adjetivo “mucha”, que quiere decir “abundante, numeroso, o que excede de lo ordinario, regular o preciso”. Pero ¿cuándo se tiene una edad abundante, numerosa o que excede de lo ordinario? ¿Quién es el que decide si la edad de alguien es abundante, numerosa o excede lo ordinario? Por eso, Ilustrísimas, les propongo que precisen la edad a partir de la cual se considera que alguien es VIEJO. Si lo hacen y ponen un límite alto, no será necesario utilizarla mucho, con lo cual estará en la misma situación que ANCIANO. El escaso uso de VIEJO no desembocaría entonces en desuso, sino que se debería a que se habría convertido en una palabra poco utilizable.
He dicho. Muchas gracias por su atención.
-Antes de retirarnos a deliberar, puede intervenir VIEJO por si cree necesario añadir algo en su defensa -dijo el Presidente.
Con la venia, Señor Presidente. Ante todo, doy mi más sinceras gracias a VIENENSE por su magnifica y sentida defensa. Hallándome en el trance de poder desaparecer de nuestro Diccionario, debería poseer la elocuencia necesaria para convencerles de que no deben suprimirme. Pero en estos momentos advierto con sorpresa que, a pesar de que las tengo tan cerca, no me vienen las palabras para construir un brillante discurso. Solo me surgen preguntas. ¿Qué culpa tengo yo de haber adquirido un sentido peyorativo? ¿Acaso sueno tan mal? ¿Es tan fea mi representación gráfica? ¿Es de verdad duro llamar VIEJO a una persona de mucha edad? ¿No son los demás, y no los propios viejos, los que piensan que los problemas de la vejez se resuelven con un simple cambio de palabras? ¿Creen, Ilustrísimas, que suprimiéndome del Diccionario van a dejar de existir las personas de mucha edad? ¿Piensan sinceramente que sustituyéndome por TERCERA EDAD o por NUESTROS MAYORES, van a conseguir que los viejos rejuvenezcan? ¿No temen ser cómplices de este gran engaño?.
Como ven, en estos momentos solo conservo la facultad de hacerme preguntas. Y ni siquiera son las más acertadas, ya que tienden más a dejar su ánimo perplejo y suspenso sobre la conveniencia de suprimirme, que a convertirse en poderosos argumentos a favor de mi permanencia. A pesar de ello, quedan hechas. Y las planteo con la esperanza de que tengan la eficacia suficiente para conmoverles y para persuadirles de que no me eliminen del Diccionario por desuso. La respuesta se la tiene que dar cada uno de ustedes. Pero sea cual fuere su decisión, les doy las gracias por todo el tiempo que me han permitido figurar en nuestro mejor libro.
La decisión de los Señores Académicos de Número, reunidos en la presente sesión plenaria, se dará a conocer en la próxima edición del Diccionario. En principio, existen tres posibilidades: suprimir la palabra, precisar su significado determinando la edad en la que se es VIEJO o dejarla como está. Se levanta la sesión –dijo solemnemente el Presidente.
RESOLUCION DEL PLENO DE LA REAL ACADEMIA:
La palabra VIEJO contenida en el tomo II de la vigésimo primera edición del Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, queda redactada del siguiente modo en la vigésimo segunda edición:
VIEJO, JA . “ Dícese de la persona de edad. Comúnmente puede entenderse que es vieja la que cumplió setenta años”.
-Para los tiempos hacia los que vamos, no me parece mucha edad. Pero, por el momento, la precisión que han introducido sus Ilustrísimas ha servido para salvar a VIEJO, dijo satisfecha VIENENSE.