Ayudas económicas para estudiar
Se ha originado un intenso debate con la medida anunciada por el Gobierno de elevar hasta el 6,5 la nota mínima para poder beneficiarse de una beca. En todos los temas que afectan a las economías familiares, hay muchas dosis de explicable pasión y pocas de la imprescindible razón. Más aun si, como sucede actualmente, hay una severa crisis económica que afecta de manera especial a las clases más desfavorecidas.
La mayor parte de los costes de la enseñanza son sufragados por el Estado con los impuestos que pagamos todos. La financiación de la enseñanza tiene que ver, por tanto, con las partidas suplementarias que no corren a cargo de la Administración pública. Las preguntas son ¿quién debe soportar y de qué modo estos costes de la educación no cubiertos por el Estado?
Los principales modelos son tres. El primero es que sean las familias las que carguen directamente con los costes suplementarios. El segundo es que el Estado ayude a financiar esas partidas, concediendo créditos a los estudiantes en condiciones muy beneficiosas con la obligación de estos de devolver su importe en un tiempo razonable. El tercero y último es que sea el Estado quien se haga cargo también de esos costes mediante becas otorgadas a algunos estudiantes.
En España coexisten el primer y el tercer modelo. Hay familias que por su saneada situación económica deciden soportar el coste de la enseñanza bien íntegramente o bien tan solo en la parte que no cubre el Estado. En este caso, no se suscita cuestión alguna: la familia que paga elige libremente la educación que han de recibir sus miembros y las condiciones.
El Estado español prevé también un fondo limitado de becas que hacen que la enseñanza llegue a ser gratuita prácticamente en su integridad. El problema que se plantea con las becas es que suponen una verdadera ayuda a fondo perdido y como desgraciadamente no hay fondos para todos suponen una medida discriminatoria. En tales circunstancias, la concesión de la beca tiene que estar justificada, cosa que sucede cuando los estudiantes que las reciben acreditan un determinado nivel. En la universidad, el 6,5 sería aceptable siempre que se aplicasen factores de corrección en función de la carrera seguida por el aspirante, ya que no es lo mismo estudiar Psicología que Medicina o una ingeniería.
A diferencia de otros Estados miembros de la Unión Europea, España no recurre, en cambio, al préstamo como medio de ayuda a la financiación de la enseñanza. Habría que meditar si conviene añadir al sistema de las becas el de la financiación con préstamos al que accedería cualquier estudiante sin ningún baremo mínimo de notas. Este último sistema supone para el Estado adelantar unos fondos que luego serán devueltos por lo que nadie dejaría de estudiar por falta de recursos inmediatos. Además de ser el menos discriminatorio y de acostumbrar al estudiante a que no todo es gratuito, es un sistema que será utilizado por los que piensen en cumplir devolviendo en su día los préstamos.