Austeridad nacional y despilfarro
La mejor manera de aproximarse a esta espinosa cuestión es fijarse en los datos y extraer después de ellos las consecuencias pertinentes. Hay dos puntos de partida que me parece que no pueden discutirse. El primero es que España tiene una deuda pública pavorosa, que, según las previsiones más fiables, se situará en 2012 en 812.472 millones de euros (el 74,3% del PIB), y que supondrá para cada uno de nosotros una carga de 17.584 euros. El segundo dato es que el fútbol profesional en su conjunto está también fuertemente endeudado: según la Agencia Tributaria en mayo de este año la deuda ascendía a 607,35 millones de euros.
Otro punto de partida que puede aceptarse es que mientras la deuda pública del Estado pesa sobre España como nación y la acabaremos pagando todos, la deuda del fútbol recae sobre cada club. Ahora bien, aunque los deudores son los clubes, el riesgo de cobrar lo tienen sus acreedores, entre los que se encuentran, principalmente, los futbolistas, los proveedores de los clubes (incluidos, sobre todo, las Entidades de Crédito que les prestan dinero) y también –y por aquí hay una conexión con lo estatal- la Hacienda Pública y la Seguridad Social.
Pues bien, cuando hay deuda, lo importante es si se puede pagar y qué debe hacerse para ello. En el caso del endeudamiento de España, el pago de la deuda exige, de inmediato, una drástica reducción del gasto público y una política de austeridad. Al despilfarro nacional de los últimos tiempos, no queda más remedio que responder con un severo y riguroso ajuste en el que, al final, se ven implicadas, en mayor o menor medida, todas las economías familiares.
En el mundo del fútbol, puede sorprender que, habiendo una situación global de ruina, las respuestas de los clubes sean de signo diverso. Mientras que hay unos que tienen que declararse en concurso de acreedores porque no pueden pagar, otros gastan importantes sumas de dinero en nuevos fichajes. Ante esto, cabría razonar así: si el futbol está en ruina, debería imponerse una política general de austeridad. Sin embargo, situados en el plano de la economía particular de cada club, la respuesta depende de su estado de solvencia. Es como si nos trasladáramos desde el plano económico general al de cada una de las economías de los ciudadanos. En términos estrictamente económicos, a los que tengan para gastar, y quieran hacerlo, no hay nada que pueda impedírselo. Lo mismo pasa en el mundo del fútbol: si hay clubes que puedan gastar porque tienen solvencia, es difícil aducir un argumento, desde la óptica de su propia economía, en contra de que puedan hacerlo. Al final, en ambos mundos pasa lo mismo: la austeridad acaba afectando a los que menos tienen.